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Ondas

Ondas es un Libro de Historia introducido en Más allá de la Luz. Las entradas se obtienen completando triunfos específicos de la Temporada de los Perdidos.

I - Emboscada[]

Caiatl se encuentra en el puente de su nave insignia, con seis naves de guerra clase destructor en sus flancos. Semanas de inteligencia y un puñado de espías muertos la llevaron a un único punto en el espacio. Este momento de oportunidad.

Un enorme mirador reforzado se extiende por debajo de sus pies y hasta el techo del puente. A través de él, los inmóviles estandartes azul pálido ocultan el distante Arrecife insomne. Desde la perspectiva de Caiatl, parece como un lodo con brillos y polvo que puede ser barrido por completo con una sola orden, una idea de las que sus asesores le hablaban con frecuencia. Su blando enfrentamiento con una ciudad había dejado a algunos ansiosos por una victoria decisiva en otra. Era una distracción.

En el espacio que separa a Caiatl del Arrecife, más allá de los inmóviles estandartes, unas volutas de malaquita abren el espacio entre ella y el polvo brillante. Unos largos hilos negros de la colmena perforan la grieta y preceden a una enorme Nave ataúd del doble de tamaño que su nave insignia.

Caiatl se dirige a sus oficiales del puente. "Esperen hasta que terminen y no puedan huir".

Sus destructores toman posiciones de flanqueo opuestas a las suyas mientras Caiatl ordena a su nave insignia maniobrar por encima de la enorme Nave ataúd.

Cuando la grieta se cierra, la orden llega a través de las comunicaciones de los cabal: "Ataquen".

Los seis destructores lanzan su ataque de distracción. Caiatl siente las ondas de presión de sus silenciosos cañones al detonar sus proyectiles. La Nave ataúd y las naves de guerra de los cabal intercambian un desgarrador guantelete de artillería. La distracción está funcionando.

"Apunten directamente a su sección media. Lancen las cuadrillas de balistas", ladra Caiatl. "Informen cuando hayan tomado el puente".

Una llamarada esmeralda brota en las profundidades del cañón principal de la Nave ataúd como un caldero de cocción revestido de dientes de obsidiana. El cañón, una enorme columna vertebral de alguna criatura leviatán, se enciende con diez mil runas de la colmena. La Nave ataúd lanza chorros de llamas maléficas que destruyen sin esfuerzo a dos destructores de los cabal que iban a la cabeza. Caiatl avanza horrorizada mientras sus cascos estallan en una serie de explosiones de fuego de alma.

"¡No dejen que ese cañón dispare de nuevo! ¡Protejan nuestros destructores!" Gira hacia el oficial de navegación. "Lleva la nave a la velocidad mínima de salto. ¡Máxima potencia a la red!"

Caiatl señala con un dedo a la Nave ataúd. "¡Activen el ariete Aries y prepárense para el impacto!"

La nave insignia se precipita hacia la Nave ataúd, lanzando una carga completa de cañones y ojivas para ablandar el caparazón del ataúd.

Caiatl se dirige a un legionario de la tripulación del puente mientras la Nave ataúd se expande rápidamente en el visor detrás de ella. "Busca mi escudo".

***

Al otro lado del Arrecife, la reina Mara Sov observa a través de una abertura de la Ciudad Ensoñada cómo se desarrolla la batalla en sus fronteras. La expresión inescrutable de su rostro se retuerce con cada explosión lejana. Petra desearía que los pequeños movimientos de tensión le den una pista de lo que está pensando su reina. En cambio, sólo ve la fría mirada de un depredador evaluando el tamaño y la fuerza de otro.

Petra observa el cuchillo con el que Mara juguetea y se da cuenta de un detalle que no había visto antes: un par de cernícalos grabados en la hoja, con las alas entrelazadas, un trazo tan fino que tiene que entrecerrar los ojos para reconocer las siluetas.

Petra frunce el seño. "¿Mi reina?", pregunta, pero Mara no desvía su atención de la batalla.

"Los juegos de guerra de Caiatl mantendrán a Xivu Arath ocupado mientras nosotros nos centramos en recuperar nuestras técnidas perdidas", dice Mara. Utiliza la punta del cuchillo para trazar la línea más larga a lo largo de su palma. "Ninguno de los dos podrá lanzar un ataque a gran escala contra la Ciudad Ensoñada mientras el otro apunte a su garganta".

"¿Savathûn primero?" aventura Petra.

La fachada estoica de Mara se resquebraja. Mira la hoja, los cernícalos gemelos, y ve algo en su propio reflejo que la inquieta.

"Savathûn primero", acepta; envainando el arma para no tener que pensar en ello.

II - La paloma y el simbionte[]

Saint-14 se sienta con su espectro, Geppetto, en su hipernave Paloma gris. "¿No quieres que vaya solo?"

"No deberías estar solo, Hermano Saint. El sistema está en un estado volátil".

Saint suspira. "No hay guardián en la Torre que no desee preguntarme sobre Osiris. No puedo, Geppetto".

"Entonces no le preguntes a un guardián", Geppetto presiona.

Mithrax está terminando de reparar un aguijón cuando ve a Saint-14 teletransportarse en el distrito Botza. Observa cómo Saint saluda a un par de eliksni sorprendidos por su materialización. Observa cómo el guardián se inclina y los eliksni le devuelven la reverencia con vacilación. Saint-14 capta la mirada de Mithrax y extiende un brazo hacia él, como si pidiera permiso para entrar en su taller. No es necesario.

Mithrax se levanta y da la bienvenida a Saint-14 cuando cruza el umbral.

"Vell-ahsk," alcanza a decir Saint.

Mithrax parlotea. "Velask, Saint."

"¿Podemos hablar a solas?"

"Por supuesto". Mithrax cierra y asegura la puerta claramente trasplantada de un queche. "Habla libremente".

"Normalmente no vendría a pedirte favores", dice Saint, paseándose.

"Casa Luz te ayudará si es posible".

Saint asiente para sí mismo. "Osiris, el verdadero Osiris-Savathûn tomó su forma y lo escondió. O eso dice".

Mithrax inclina la cabeza. "¿El verdadero Osiris es inocente? No todo es tan grave como presumíamos".

"Así parece. Necesito encontrar a Osiris. Quiero quitarle la ventaja a la Reina Bruja. Cuando esté derrotada, será de la Reina del Arrecife", gruñe Saint.

"¿Mara Sov regresó?" Mithrax arrastra bruscamente su respirador. "Las grandes piezas están en movimiento. ¿Cómo puedo ayudar?"

"Estoy buscando el lugar exacto donde cayó Sagira. Savathûn lo capturó allí, lo sé", dice Saint.

"El nombre Sagira se mencionaba seguido en la Casa de los Lobos, con respeto. Casa del Anochecer les dijo a todas las Casas que Sagira cayó en la luna de la Tierra, pero no sé donde. Tal vez encontró paz en la Luz".

"La extrañamos". Saint se detiene un momento en la reverencia. "La última transmisión de Osiris fue desde debajo de la superficie de la Luna. Pero la interferencia de la Pirámide hizo imposible determinar la ubicación exacta. Es un área demasiado grande para buscar".

"Las máquinas colmena no tienen espíritus. Construcciones mórbidas a las que un guantelete de simbionte no puede acceder para obtener información", dice Mithrax disculpándose. "Pero deseo ayudar a Saint, así como Saint ayudó a Misraaks y a la Casa Luz".

"Entonces... apreciaré tu compañía mientras busco".

Mithrax se pierde en sus pensamientos momentáneamente antes de que sus ojos se agudicen. "Los vex de Europa guardaban registros de los guardianes derrotados. Y probablemente, de los espectros. Puede ser posible encontrar la tumba de Sagira usando su red".

"¿Qué?" exclama Saint.

"Tal vez sea su proximidad a la Oscuridad lo que les hace hacerlo. Pero Misraaks vio esos registros, ya que exploré su red en busca de conocimientos para fijar la tecnología simbionte a los brazos de los guardianes".

"Suenas como un Hechicero, así que confío en ti. Muéstrame cómo hacemos esto".

***

"Europa", murmura Saint. "¿No podríamos haber ido a un lugar más cálido?", pregunta, desmontando su ariete colibrí en un acantilado con vistas al Abismo de Asterión. "Estoy acostumbrado al sol simulado de Mercurio".

Mithrax se desmonta junto a Saint. "Las aberturas vex en Europa ofrecen una oportunidad única. Buscamos una invitación a esa oportunidad".

Saint encoje los hombros. "Aplastamos a la mente vex y usamos su cerebro como una llave. Sí, sí. Esto no es nuevo para mi. Olvidas que pasé muchos años en el Bosque Infinito".

"Una descripción brutal, pero acertada". Mithrax parlotea para sí mismo. "Tendremos que sacar una mente vex. La integración de la anulación aquí sigue activa. La Luz provee".

"Tu empalmas el agujero de la computadora. Yo aplasto la mente". Saint comienza a caminar hacia delante pero se detiene bruscamente. "No me dejes caer en el agujero de la computadora".

"Misraaks avisa primero a Saint".

"Más te vale". Saint se vuelve hacia eliksni. "Bromeo sobre el frío, amigo de Luz, pero me alegro de tenerte aquí".

"Comparto tu alegría, Saint".

Caminan juntos. Rápidamente, Mithrax forja la integración. Cuando se encuentran bajo el fuego, un refugio violeta se apodera de él: se encuentra dentro de la guardia de Saint, sin miedo y con la vista despejada.

Los vex son numerosos. También conocen a Saint. Está a la altura de sus registros. La mente está rota.

III - Resucitado de los huesos[]

Kelgorath, caballero campeón de la muerte, se arrodilla ante su santuario de hueso en las profundidades de la niebla del Plano Ascendente. El fuego de alma se hunde en el suelo a su alrededor. Apoya su frente en el santuario, manchando un sigilo de Xivu Arath recién ensangrentado. Ha añadido muchas capas, pero esta es la primera vez que la sangre es suya. Lo hace para mostrar su devoción. Para rechazar a la hermana hereje. Para comprometerse de nuevo con la guerra.

El cielo ascendente se agita a su alrededor. Respira profundamente. Es su primer aliento de esta vida. Mira el santuario que tiene ante sí; todos los contendientes derrotados se han convertido en comida y se han metido entre los cráneos para que no se muevan. Baratijas de conquista y viejas armas gastadas adornan el santuario desde la base hasta la cúspide.

Los mira mientras se prepara para enfrentarse a su adversario.

Un espectro vacío cuyo núcleo había regalado a los Hechiceros Escarlata desertores. Su guardián había acabado con él muchas veces, pero él es Kelgorath, y renace a través de la batalla. Ningún guardián puede escapar de él, pues son heraldos de la muerte y él nada en su estela.

Sus ojos se dirigen a otra conquista: implantes cristalinos arrancados de la frente de una técnida insomne. La persiguió a través de las Líneas Ley durante tres días, rastreándola por el hedor de su miedo. Cuando la encontró, ella hizo caer el Plano Ascendente sobre él. No cayó en este truco dos veces.

La atrapó de nuevo con su siguiente vida. Las últimas palabras de la técnida resonaron en sus pensamientos: "Todavía veo las motas de escarlata en tu quitina. Qué rápido abandonas a tu Reina Bruja".

Kelgorath recuerda la noche en que renunció a Savathûn. La noche en que se quitó la escarlata de su carne en los lechos de sierras de las profundidades de la Boca del Infierno. La noche en que Osiris masacró a toda la parentela de Crota. Savathûn fue débil para permitir sus muertes. Para ceder terreno al Celebrante; a los guardianes. Xivu Arath los vengó. Xivu Arath tomó la Luz de Osiris, y Kelgorath bebió de ella con votos de venganza.

Demostraría su lealtad eliminando cualquier rastro de la hermana hereje. Hurdru, su adversario, era un Caballero que aún tenía lealtad a Savathûn; Hurdru sería un instrumento de ejemplo. A través de la batalla, Kelgorath confirmaría a su nuevo dios. A través de la sangre, borraría el nombre de Savathûn y se pondría el de Xivu Arath.

Se levanta. Se inclina. Agarra la cuchilla y el escudo que llevará hasta que caiga de nuevo. "Hurdru", susurra a los huesos.

Esta noche, se purificará en la muerte.

IV - Arte[]

Petra Venj agacha la cabeza y examina la empuñadura de su cuchillo enfundado. Las partículas de teletransporte aún se arremolinan en el aire a su alrededor como pequeñas moléculas de polvo mientras camina hacia adelante a través de la puerta del C.E.L.M. para responder al llamado de su reina.

La voz de Mara Sov cubre la piedra y el cristal de la cámara: "Él pertenece aquí, Petra. Este lugar atrae a su antiguo yo". Hace una pausa, sabiendo que Petra estará en silencio mientras pronuncia las palabras. "También lo viste. Nunca se le debería haber permitido irse".

"Ojalá no lo hubiera hecho", dice Petra con un fuerte suspiro. "¿Cómo voy a continuar?"

Mara se encuentra en la terraza encima de ella. "Dale solo bocados de lo que podría ser, nada sustancial. Es un lienzo en el que el trabajo ya comenzó. Me refiero solo a guiar ese trabajo a una conclusión familiar. Tales cosas no se pueden apresurar".

Petra cambia de postura ansiosamente. "¿Estás segura?"

"¿Me estás cuestionando, Petra?"

"Jamás, mi reina, pero me preocupa que sea vulnerable ante la influencia de Savathûn", comenta Petra. "Es evidente que se ha interesado en él desde hace algún tiempo. Y él claramente corresponde ese interés".

"Tus palabras son ciertas. Tú y yo mitigaremos este peligro. Si el Cuervo y Uldren se encuentran, debe ser una progresión sutil". Mara Sov se inclina sobre la barandilla de la terraza. "Creo que la recuperación de mi hermano es posible, Petra. ¿Me ayudarás?"

Sin dudarlo ni un segundo, Petra responde: "Haré todo lo que me pidas, mi reina". Pero las dudas surgen en su mente. "Si se vuelve... problemático..." Petra se aleja, buscando las palabras correctas.

"No debes preocuparte", apacigua Mara. "Si Savathûn se mueve para aprovecharse de él, yo misma le pondré fin".

V - Mecha quemada[]

"Los recientes informes de Saint estaban... desenfocados", dice Zavala con un suspiro.

Ikora asiente desde el otro lado de la oficina. Está de pie con los brazos cruzados firmemente sobre su pecho. "Sufrió una eternidad de batalla para mantenernos a salvo. Luego viene a la Torre y baja la guardia, se preocupa por alguien y ahí es cuando resulta herido".

Hace muecas. "Muy mal".

Zavala se desplaza en su silla y pasa sus grandes manos sobre su escritorio. Sus palmas han memorizado cada hundimiento, cada surco. "Le estoy dando espacio, pero no sé qué más puedo hacer. Ni siquiera sé si él cree que el verdadero Osiris está escondido en algún lugar, pero está ahí fuera de todos modos. Solo tiene que hacer algo".

"Puedo entender ese sentimiento", dijo Ikora en voz baja. "Eso es lo que debería haber estado haciendo. Viendo cosas que mis encubiertos extrañaban. En el campo, juntando las piezas".

Su labio se tuerce de disgusto. "No perder el tiempo en la Torre, esperando un ataque".

Zavala la mira y frunce el ceño. "No es propio de ti cuestionarte a ti misma".

La mandíbula de Ikora se tensa. Fuego intenso resplandece en sus ojos. "Tal vez debería". Su voz es frágil. "Traje a Osiris y a Savathûn dentro de nuestros muros".

"Sí, como hiciste con Mithrax y la Casa de la Luz", responde Zavala por igual.

Pero Ikora baja la mirada. "La gente también murió por eso".

Conforme Zavala se levanta de su asiento, ella se aleja; lo último que quiere es que la consuelen. Lo escucha mientras se apoya en su escritorio, y un silencio paciente llena la habitación.

Finalmente, Ikora deja caer los brazos a los lados. Cuando mira a Zavala, su expresión es de confusión más que de preocupación.

"Hace años que no te oigo hablar así", dice.

La frustración surge en ella. "Lo miré a los ojos y no me di cuenta".

"Yo tampoco. Ninguno de nosotros".

La cara de Zavala parece casi serena, lo que hace que Ikora quiera lanzar una Bomba Nova contra ella.

"Escucha", dice. "Conquistamos a los cabal en sus arenas. Perseguimos a la colmena en sus Planos Ascendentes; a los vex en lo profundo de su red. Nos engañó el dios del engaño y luchamos contra el dios de la guerra en el campo de batalla".

La boca de Zavala se tensa en una mueca siniestra. "Cuando nos enfrentamos a los dioses, luchamos contra ellos bajo sus términos. Eso generalmente significa que recibimos el primer golpe. No podemos elegir cuando eso sucede, pero podemos asegurarnos de que somos los que quedamos de pie".

Se sienta de nuevo en su escritorio y guarda un manojo de papeles, como si estuviera poniendo un punto en su oración. Ikora agarra sus manos detrás de su espalda, luego respira profundamente.

Lo apoyaré lo mejor que pueda", dice. "Comparte toda mi información sobre Osiris, cualquier cosa que hayamos descubierto mientras mis encubiertos estaban siguiendo al Cuervo después de levantarse primero. Si Savathûn dejó un rastro, lo encontraré".

"Sé que lo harás", dice Zavala.

Ikora permite que sus palabras lleguen a ella. "Ojalá hubiera una manera de recuperarlo", dice en voz baja.

"¿Saint u Osiris?", pregunta Zavala, mirando hacia arriba.

El dobladillo de la túnica de Ikora hace un ruido suave por el suelo mientras sale de la oficina.

VI - Soledad[]

El espacio es soledad. Lejos de todos los planetas del sistema solar, posee una oscuridad sofocante y, a la vez, un intenso brillo cegador, según la dirección que se tome. Una hipernave se encuentra en una posición fija en la oscuridad con los motores apagados y orientada para que la parte inferior quede de frente al resplandor del sol distante.

No hay una verdadera cabina de mando dentro del Accipiter radiante; la cubierta de la nave proyecta una imagen al piloto. No hay marco ni obstrucciones, solo el abismo infinito. El Cuervo mira fijamente la oscuridad entre un cúmulo de estrellas que no puede identificar. Desea estar allí, donde no se sabe nada, donde todo puede ser nuevo otra vez.

Glint descansa en el regazo de su guardián. Está acostumbrado a que las manos del Cuervo lo acunen como si fuera un gato pequeño, pero, en este momento, la cabeza del Cuervo está en sus manos, y sus dedos enredados con su cabello.

Glint es silencioso y paciente. Sabe que debe serlo.

El Cuervo emite un pequeño sonido en el fondo de su garganta y el espectro se agita. Cuando a esto le sigue una complicación en su respiración, Glint flota hacia arriba, se presiona contra el pecho del Cuervo y comienza a tararear.

Las manos del Cuervo lo rodean y lo aprieta contra su corazón.

Y así es como Glint sabe que el Cuervo sigue siendo el mismo por dentro.

***

De las fisuras en el suelo venusino surgen columnas de humo sulfuroso. El Cuervo camina a través de la superficie del planeta y sus botas aplastan delgadas láminas de calcio que se deslizan a través de aguas poco profundas e iridiscentes. Su hipernave está sobre una colina cercana lejos del campo inestable que él atraviesa.

"Cuervo, por favor", dice Glint suplicando por encima del hombro de su guardián. "¿Puedes decirme por qué estamos aquí?".

Más adelante, nubes de luz y figuras geométricas se convirtieron en un ser. Glint dejó escapar un soplido y se teletransportó mientras que el Cuervo se llevó la mano al cañón de mano que tenía en el costado. Cuando el primer goblin vex se materializó, el Cuervo ya había aguzado la mirada para verlo.

Un solo tirón del gatillo dejó a la máquina sin cabeza y la envió tambaleando al otro lado del campo, dando disparos a ciegas. Dos goblins más aparecieron cerca y el Cuervo acribilló sus extremidades como un niño que le quita las alas a una mosca. Acabó con ellos con las últimas balas en el cilindro.

Un centelleo de luz violeta en la tormenta temporal anuncia la llegada de un minotauro vex. Su bramido resuena por las planicies venusinas y dispara una descarga de plasma energizada por el aire. El Cuervo serpentea entre ellas, rueda hacia adelante entre los estanques, y se pone de pie para sacudir el cilindro de su cañón de mano haciendo llover casquillos de latón sobre el suelo.

El minotauro examina su lugar en la historia, y parece teletransportarse hacia adelante a un futuro más ventajoso. Se acerca al Cuervo antes de que pueda terminar de recargar el arma y lo sujeta por la cabeza elevándolo del piso. El minotauro lleva su cañón de plasma al pecho del Cuervo y…

***

El Cuervo inhala de forma sonora y al abrir los ojos ve unas serpientes aladas que circunvuelan por el nuboso cielo venusino. Tose violentamente y rueda sobre el costado. Los vex se han ido.

"Eso fue estúpido", lo reprende Glint de repente, y el Cuervo recuerda el lugar y el tiempo en el que se encuentra. "¿Por qué no usaste tu Luz?"

"Quería hacer una prueba", dice el Cuervo con una exhalación profunda. Se obliga a ponerse de pie, solo para encontrar a Glint a unos pocos centímetros de su nariz.

"¿Y qué clase de prueba querías hacer allá?" ,pregunta el pequeño espectro mientras inspecciona el paisaje desolado. Luego, hace la pregunta que no quiere formular: "¿Estabas intentando hacerte daño?".

"No", dice el Cuervo furioso. Le da un codazo a Glint e inicia su camino de regreso a la hipernave, pero el espectro insiste.

"Entonces, ¿por qué lo hiciste?", exige mientras le impide el paso al Cuervo.

"¡Porque quería saber si seguía siendo yo!", ruge el Cuervo, los dientes visibles por la ira. "Uldren Sov podía derrotar a un minotauro sin la Luz". Su plumaje empieza a relajarse. "Necesitaba… necesitaba estar seguro de que no soy él, que aún podías traerme de regreso. ¡Que seguía siendo… digno de esto!".

El ojo monocular de Glint se mueve en dirección al suelo. No dice nada.

Esta vez, el Cuervo no intenta abrirse paso. Se queda inmóvil, escuchando los estallidos de los géiseres lejanos, el llamado de las serpientes en el cielo.

"Lo siento", murmura Glint.

VII - Interpolación[]

"Te odio".

Es lo primero que dice Mara al llegar a la prisión cristalina de Savathûn. Sus palabras no son particularmente sentidas, pero hacen eco a través de la cámara cavernosa de todas maneras. "Solo quiero que esto quede muy claro: te odio y no te deseo nada más que dolor y sufrimiento por el resto de tu miserable existencia".

El cristal brilla y la gentil risa de Savathûn fluye por la mente de Mara. "Lo sé", murmura la Reina Bruja.

"Podría arrojarte al sol", dice fríamente Mara, "pero, a diferencia de algunas criaturas, mantengo mi palabra cuando la doy".

"Pero somos la misma criatura, ¿verdad?", pregunta Savathûn. Aunque Mara no puede ver su sonrisa, no tiene dificultad en imaginar cómo es.

"No me parezco en nada a ti".

"No, claro que no". La voz de Savathûn es relajada y lánguida. Algunos podrían pensar que es sincera, pero Mara ha adoptado el mismo tono demasiadas veces en su propia vida como para no reconocerlo por lo que es.

"Pensé que eras una mujer poderosa y competente, pero debilitada por una relación difícil con su familia", dice Savathûn. "Alguien que concibe planes complicados y largos a través del arco del tiempo. Me equivoqué".

Mara mira fijamente el cristal, aprieta su mandíbula y le da la espalda para irse. Pero, antes de que pueda dar un paso hacia la puerta, siente el roce de la consciencia de Savathûn como seda contra la suya.

"Pensé que eras alguien que se cree tan inteligente", dice Savathûn ronroneando, "que se ciega fácilmente por sus propias ambiciones y genialidad autoproclamada. Alguien que está tan segura de sus soluciones que no ve el peligro inherente en sus planes y, sin embargo, demasiado avergonzada para admitir que puede descarriarse".

La tensión anuda los músculos de los hombros y la espalda de Mara. A lo largo de los años ha entrenado su rostro para seguir siendo una máscara, pero no siempre es tan hábil cuando se trata del resto de su cuerpo.

Savathûn continúa. "Pensé que eras alguien que le tiene tanto miedo a ser vulnerable, que preferirías fallar que…"

"Basta". Mara ronda en la prisión de Savathûn con la precisión de una víbora enojada. No levanta la voz, sino que la baja. "Eso podría funcionar en él", le responde. La última palabra es como fuego en sus labios porque todavía le duele referirse al Cuervo con cualquier nombre. "Pero podrás darte cuenta de que mi armadura tiene menos agujeros".

Alrededor de sus manos surge energía cuando golpea la superficie cristalina. Una red de energía radiante envuelve la prisión de Savathûn, y Mara espera que el furioso tamborileo de su corazón y el destello intermitente de sus fosas nasales sean confundidos con esfuerzo y no con un tipo diferente de debilidad.

Cuando el hechizo está completo, Mara retrocede. Sus brillantes ojos se oscurecen. Vacila con fatiga y escucha el eco psíquico de la voz de Savathûn dentro de su cráneo.

Solo hay silencio.

"Cállate", dice Mara, respira y siente una extraña combinación de alivio y aborrecimiento.

"Cállate".

VIII - Correspondencia[]

Hermano:

La Reina Bruja ha sido desterrada de la Ciudad Ensoñada. Ya no estamos atados por sus secretos. Ya no estás atado por los tuyos.

Me dijeron que mi trayectoria conduce a la soledad. En realidad, creía haber llegado por algún tiempo. Cambiaría de rumbo si tuviera la oportunidad.

Hubo un tiempo en el que temí que te perdieras tratando de seguirme. Ese tiempo ya pasó. Sin importar el nombre que elijas, eres tú mismo… reticente y obstinado en formas que me parecen exasperantes. Y te amo por ello.

No te pido perdón ni comprensión. Solo ofrezco refugio… y té, si así lo quieres.

Estoy aquí si decides volver a casa.

Mara.

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